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miércoles, 16 de diciembre de 2020

Mi primera Navidad sin ti - Charla online GRATUITA

La pérdida de un ser querido SIEMPRE es un proceso doloroso, más en estas fechas en las que además de la situación mundial complicada, nos acercamos a las fiestas navideñas, en las que solemos reencontrarnos toda la familia.



Estas fechas nos hacen pensar más, si cabe, en los familiares que nos faltan y siempre viene bien que los profesionales nos den herramientas para poder llevar esta situación de la mejor manera posible.




 

Te invitamos a una conferencia gratuita online, en la que la Psicóloga Nuria Javaloyes nos mostrará unas pautas y herramientas para afrontar el duelo en esta fiestas navideñas. 


Será el 17 de Diciembre a las 19:00 horas, hora peninsular española.


Para entrar a la conferencia pincha en este enlace: https://bit.ly/37uwECO.





viernes, 11 de diciembre de 2020

LIBRO VENCIENDO TU ANSIEDAD

Todas las personas quieren ser dueñas de su propia vida y estar listas para controlar su ansiedad y ahora lo lograrán. !Gánale la batalla a la ansiedad, sé el dueño de tu vida! 


Estás cada vez más cerca de superar tu ansiedad. Lo que aprenderás con Superando Su Ansiedad es una forma muy sencilla de superar la ansiedad, es una experiencia que te ayudará a cambiar tu vida y a vivir más plenamente cada momento. 






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Estás aquí porque tienes ansiedad y es muy probable que simplemente respondas afirmativamente a cualquiera de las preguntas siguientes: 

¿Algunas veces tiene miedo de asfixiarse porque le aprieta el pecho o siente un nudo en la garganta? 

¿Ha ido alguna vez a urgencias o al cardiólogo, porque pensó que estaba sufriendo un ataque y que le dijeron que había sido ansiedad? 

¿Cuando conduce tiene miedo de quedarse atascado en el tráfico o de cruzar un puente? 

¿A veces tiene miedo de volverse loco? 

¿se siente uno incómodo en lugares donde hay mucha gente? 

¿Tienes miedo de socializar, porque temes que los demás piensen que algo extraño está ocurriendo contigo? 

¿Te resulta difícil dormir a la noche porque no puedes dejar de pensar en tus miedos? 



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Conozco muchas de esas sensaciones, porque yo también las he tenido. 

Sé que pensarás que tu única opción es simplemente aceptar que la vida es así: un estado de preocupación sin fin. 

Sientes que de repente algo malo va a suceder o que simplemente estás cometiendo un error y te avergüenzas a ti mismo o que los ataques de pánico son un símbolo de que algo terrible está ocurriendo en tu cuerpo. 

Te digo que a partir de ahora no tiene por qué ser así que con las herramientas aceptables volverás a disfrutar de tu vida. 




Pero ya lo has intentado todo y no has podido recuperarte de ello durante varios años, los tratamientos tradicionales sólo ofrecen una solución de corta duración. 

La ansiedad varía enormemente de una persona a otra y se manifiesta de algunas maneras, sin embargo es un factor estándar para todos: el miedo. Produce miedo y se alimenta de él. 


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Te digo que la ansiedad presenta un ciclo natural 

AMENAZA 1. Una amenaza: una vez que digo amenaza, estarás pensando en un asaltante o en un animal salvaje que está a punto de ser atacado. una vez que tenemos altos niveles de histeria durante un tiempo prolongado, nuestro cuerpo se vuelve más sensible - aunque no somos plenamente conscientes de ello - y por lo tanto el cerebro puede empezar a percibir amenazas donde no las hay. 


SENSACIONES CORPORALES 2. Debido a que nuestro cerebro considera que estamos en peligro, desencadena una serie de reacciones que producirán sensaciones físicas como corazón acelerado, mareos, náuseas, falta de aliento, sudor, entre muchas otras. Estas reacciones, en teoría, son para defenderse o escapar del peligro, sin embargo, como no hay una amenaza "real", se sienten totalmente fuera de lugar. 


PENSAMIENTOS ANGUSTIOSOS 3. Como las sensaciones surgen repentinamente y sin razón aparente, nos asustamos mucho y empezamos a pensar en las peores cosas. Pensamos, por ejemplo, que estamos llegando a la muerte, que estamos teniendo un ataque, que estamos al borde de la locura ... 




PÁNICO 4. Sensaciones + Pensamiento = miedo. El miedo es la última expresión de la histeria. A partir de ahora , no solo tenemos ansiedad , tambien tenemos miedo de esta ansiedad y lo que nos puede hacer sentir . 


MIEDO DE MIEDO 5.Una vez que nos establecemos, nos asustamos y empezamos a anticipar el terrible momento una vez que estamos llegando a tener otro susto . La clave para romper este ciclo es simplemente aceptar esos sentimientos y síntomas de ansiedad por lo que son: simplemente un símbolo de que hemos permitido que la ansiedad crezca demasiado y que es hora de intentar hacer algo al respecto. 


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¿Cuál es la forma de resolver este problema?


El paso principal es eliminar el miedo que produce la ansiedad. por eso es esencial saber qué síntomas tiene la ansiedad y el pánico, y la forma en que se comportan. 


Con Superando tu ansiedad obtendrás explicaciones claras, consejos y ejercicios que te ayudarán a entender y superar tu ansiedad de forma natural y a tu propio ritmo. y lo mejor de todo, ¡tú mismo serás el dueño de tu recuperación! 


Beneficios que simplemente obtendrá con Superando su Ansiedad:

Respuestas a varias de sus dudas sobre la ansiedad y el pánico. Por ejemplo: cuáles son los síntomas de la histeria, cómo funciona el pánico, qué factores nos impiden superar la ansiedad, entre otros. 

Aprenderá a entender cómo funciona su propia ansiedad y a no tener miedo de ella. 

Los comportamientos contraproducentes desarrollados por los que sufren de ansiedad. 

El ritual diario esencial para mantener su ansiedad en niveles saludables. 

Las tres técnicas de visualización esenciales para requerir la facilidad de la histeria fuera de usted. 

La manera de afectar su ansiedad en varias situaciones. 

Cuatro técnicas simples para prevenir un susto.


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martes, 8 de diciembre de 2020

COMO PASAR LA NAVIDAD CUANDO NOS FALTA UN SER QUERIDO (La Navidad y El Duelo)

Por mi experiencia personal y por mi trabajo de Gestor de Asistencia Familiar, en el que doy asistencia a familiares de personas que acaban de fallecer, sé lo difícil que resulta pasar éstas fechas cuando nos falta un ser querido. Sobre todo por lo que representan estos días de Navidad, en el que la familia se reúne.








Sin duda es complicado, por eso he querido compartir ésta pequeña guía de Paulina Sallés en la que nos marca algunas pautas para que sea un poco más llevadero.

Cómo enfrentar las fiestas tras la muerte de un ser querido

Sin negar que ésta sea una de las experiencias más tristes por las que debemos transitar en la vida, es necesario dar una luz de esperanza. Aquí, una guía para enfrentar fechas que hacen más vivos los recuerdos. 

La Navidad y el Año Nuevo son fiestas en que la familia se reúne, con alegría y entusiasmo. Pero para quienes han sufrido la muerte de un ser querido, éstas conllevan un estrés adicional, debido a que la tristeza, la angustia y en muchos casos la desesperación, hacen difícil que puedan integrarse a una celebración.

Estas fechas generalmente exacerban la pena y actualizan el duelo en las personas que lo han sufrido recientemente o no han podido aun superarlo. Es más, ya empezando Diciembre, comienza a aparecer la preocupación por cómo enfrentarlas, acompañada de síntomas anticipatorios, como por ejemplo, angustia, ansiedad, trastornos del sueño, pérdida de apetito y tristeza. A veces, incluso ver cómo el resto de las personas se prepara para las fiestas con entusiasmo, genera rabia, impotencia y una sensación de soledad y vacío existencial.


Sin negar que ésta sea una de las experiencias más tristes por las que debemos transitar en la vida, es necesario dar una luz de esperanza a quienes se encuentran recién en el primer tramo del camino, recordándoles que si han llegado hasta estas fechas, es porque siguen vivos a pesar de la muerte del ser querido.

La pena y el dolor aumentan durante las fiestas de fin de año.


Superar el duelo



Existen muchos modos de seguir adelante y superar el duelo. En un sentido terapéutico, se dice que una persona ha logrado sobreponerse cuando es capaz de recordar al ser perdido sin tanta angustia y dolor, consiguiendo generar nuevos proyectos, logrando posicionarse en el presente y mirar hacia el futuro sin olvidar el pasado.
Si bien no existen fórmulas mágicas ni estrategias que sirvan a todos por igual, es posible encontrar un modo que parezca, al menos cómodo, de pasar las fiestas.
En primer lugar, no es recomendable que una persona en duelo pase las fiestas solo/a, por ello, el primer consejo para los familiares y amigos es que hagan planes concretos que lo incluyan y no sólo le ofrezcan disponibilidad de manera difusa, como por ejemplo “llámame si quieres”.
Asimismo, es necesario que tengan presente que quien ha sufrido la pérdida probablemente asuma una actitud un poco más tranquila, estando más callado o claramente triste y eso se debe respetar, pero no es necesario que todos asuman una actitud de tristeza. No lo obliguen a sonreír ni a disfrutar, pero inclúyanlo en las conversaciones, permítanle expresarse si lo necesita y no evadan el tema de la muerte como si fuera un tabú. A algunas personas les sirve recordar al ser querido y es normal que lloren, incluso en las fiestas.
Para quienes están sufriendo la pérdida se recomienda que planifiquen cómo y con quienes van a pasarlas. Atrévase a decir no a un panorama que no le resulte cómodo o a alguna actividad que parezca incompatible con el modo en que se está sintiendo. Escoja personas que lo/a quieran y que entiendan su situación.
No niegue su tristeza, es un sentimiento normal y esperable y, por tanto no evite sentirla. Mientras más la contenga, más intensa se hace y hay mayores posibilidades de que ésta salga de un modo desbordante. Por ello, es bueno que se exprese de acuerdo a su personalidad. Es importante señalar que no todas las personas lloran, pues todos tenemos diferentes modos de vivir la pérdida y, no llorar, no es lo mismo que no sentir.
No disimule con la familia, ni con sus hijos a pesar que sean niños. Para todos resultaría extraño vivir una fiesta en que todo sea felicidad y diversión, ya que contrastaría mucho con la sensación y el comportamiento de los días previos.
Planifique, con su familia o con quienes comparta la pérdida algún ritual religioso o simbólico que le permita recordar u homenajear al ser perdido. Pero evite realizar actos que traigan a la persona a la actualidad, como por ejemplo, dejar un puesto para él/ella, comprarle regalos, etc. Es necesario asumir la realidad y no caer en la negación… La persona, ya no está con usted.
No se sienta culpable por celebrar, por reírse o pasar un momento agradable. Uno puede tener momentos de disfrute, y no por eso ser una mala persona o demostrar poco cariño por quien se fue.


Modifique las tradiciones en las que la persona perdida tenía un rol protagónico o comience otras nuevas. Esto resulta sano, a pesar que se pueda pensar que se le está reemplazando.
Evite beber alcohol en exceso o utilizar algún tipo de droga, ya que estas sustancias generalmente exacerban la tristeza y la angustia.
Y recuerde que la vida sigue, que uno no debe morir con sus muertos y que cualquier esfuerzo por estar mejor es positivo.


“Únicamente aquellos que evitan el amor, pueden evitar el dolor del duelo. Lo importante es crecer, a través del duelo, y seguir permaneciendo vulnerables al amor”, John Brantner.

Fuentes: Paulina Sallés, Guioteca
Fotos: Mercurio y EFE

sábado, 24 de diciembre de 2016

LOS 5 COMPROMISOS QUE ME HE ESTABLECIDO EN TU MEMORIA

Aunque te has marchado, y eso me duele, me he comprometido conmigo mismo a llevar a cabo estos cinco compromisos, en tu memoria.





1- Hablaré con las personas que me quieren, compartiendo mis sentimientos de pena y dolor.

2- Me apoyaré en las personas en las que confío, hasta que me encuentre fuerte para tomar mis propias decisiones.

3- Seré paciente conmigo mismo, dándome tiempo para aceptar tu pérdida.





4- Me cuidaré, me alimentaré e intentaré descansar, para que mi cuerpo funcione aunque mi corazón esté "roto".

5- Intentaré distraerme, aunque eso no elimine la pena y el dolor que ahora siento.




sábado, 25 de julio de 2015

EL PROCESO DE DUELO EN CASOS DE SUICIDIO

La muerte por suicidio deja tras de sí muchas preguntas: ¿por qué lo hizo? ¿Podíamos haberlo evitado? ... Por más que lo intentas, no consigues entender las razones que le llevaron a quitarse la vida. Procura no atormentarte demasiado buscando el porqué, y con el tiempo algunas respuestas irán saliendo a la luz.  



Es frecuente también un sentimiento de vergüenza, que lleva a no querer hablar de las circunstancias de la muerte. 

Algunas personas necesitan mucho tiempo solamente para pronunciar la palabra suicidio. Seguramente te invade también un sentimiento de culpabilidad. Te puedes sentir mal por algo que dijiste o hiciste. La sensación de culpa es algo perfectamente normal después de una muerte de estas características. Uno se reprocha el no haberse dado cuenta de lo mal que estaba... y suele quedar una fuerte sensación de no haber sabido cuidarle. Piensa que con el tiempo, pasarás simplemente a lamentar algunas cosas del pasado, y que llegará el día, en que sólo quede un sentimiento de impotencia ante la muerte.



Después del suicidio de un ser querido, puede ser natural sentir mucha rabia y enfado hacia la persona que te abandonó (¡Cómo has podido hacerme esto!), hacia Dios que no hizo nada por impedirlo,  y hacia todos los que han podido contribuir directa o indirectamente en la realización de esta acción desesperada. La rabia es un sentimiento pasajero, y como tal, irá disminuyendo. Mientras tanto, busca formas positivas de canalizar tu cólera, sin autocastigarte y sin herir inútilmente a otras personas.  

Si tu ser querido era una persona depresiva o había realizado varios intentos de suicidio es muy natural que se den a un mismo tiempo sentimientos aparentemente contradictorios: por un lado una gran tristeza por su pérdida, pero también un gran alivio porque todo ha terminado; ya no habrá que preocuparse más porque lo peor, lo más temido ya ha pasado. 

Convivir durante años con una persona que sufre así es muy doloroso para todos.

Recuerda que no pudiste elegir por él o por ella, y que la decisión del suicidio fue enteramente suya. Acepta también que a pesar de lo que hayas podido decirle, tus palabras no han tenido nada que ver con su decisión.

A medida que la tormenta de emociones vaya calmándose, surgirá poco a poco la aceptación. Date tiempo para llegar allí, un duelo por suicidio necesita más tiempo para sanar. Se paciente contigo mismo y verás el día que aceptes su elección.

Si sientes deseos de quitarte la vida, no esperes, y antes de que puedas hacer algo irreversible, acude a un profesional que te ayude a buscar alternativas y a utilizar todos tus recursos personales para salir adelante.

El sufrimiento puede enseñar a dar un nuevo sentido a la vida, a cambiar tus valores y tus prioridades. Quizás ahora te parezca imposible, pero irás encontrándote mejor, serás capaz de perdonar, y llegara un



En duelo después de un suicidio

Documento elaborado por la asociación francesa de ayuda en el duelo Deuil après suicide: Traduccido y adaptado por Alain Giacchi

Como seres humanos nos cuesta aceptar que somos mortales, y cada vez que la muerte nos golpea, parece como si fuera la primera vez. Cada duelo es único. No hay jerarquías en el mundo del dolor. Cada uno vive su duelo a su manera. El proceso dependerá de las relaciones afectivas previas con el difunto, de las circunstancias de la muerte y de la forma de ser del que se queda. Dependiendo de cada caso, el “trabajo de duelo” que es necesario realizar será más o menos difícil, más o menos largo. 

Cuando se trata de un suicidio, se ponen en juego determinadas circunstancias que pueden llevar a la persona en duelo hacia dificultades particulares. La muerte parece que ha hecho trampa: se ha llevado a alguien a quien todavía no le había llegado la hora. Se trata de una muerte para la cual uno generalmente no se ha podido preparar y en la que el propio fallecido es el autor.  

El suicidio se vive como una trasgresión de las leyes naturales, una trasgresión estigmatizada desde antiguo por la sociedad, las leyes y las religiones. La persona en duelo se va a ver inmersa en una situación especialmente agotadora. Agotadora porque no comprende, porque duda incluso que haya podido ser así, porque se rebela contra Dios o contra el destino, contra el hecho mismo del suicidio. Agotadora porque se siente culpable “si lo hubiera sabido, si me hubiera dando cuenta, si…si…si…”. Se  puede sentir también asediada en cualquier momento por las imágenes traumáticas de la muerte. Quizás no encuentre tampoco en su entorno la ayuda que hubiera recibido de tratarse de una muerte por accidente o enfermedad.

Me siento aplastada por un inmenso dolor

El suicidio de un ser querido provoca un estado de shock emocional, especialmente si no existía ningún indicio de que pudiera ocurrir. Este estado puede durar horas, días, incluso más tiempo.

“Es como si me hubiera caído el mundo encima, como si el mundo se hubiera parado. Me siento como anestesiada, como si esto no me estuviera pasando a mí”

No es posible por el momento asimilar todo el dolor, toda la carga de emociones. Esta muerte tan repentina, tan dramática, tan violenta sumerge durante un tiempo en un estado de intensa perturbación a todas las personas cercanas al fallecido.

El suicidio es vivido como un autentico seísmo. Pero pasado esos primeros momentos, estas reacciones perfectamente naturales y compresibles, darán paso al trabajo de duelo, un tiempo largo y doloroso, pero también necesario.

No comprendo lo que ha pasado

Todo suicidio tiene su parte de misterio. Para comprender a la persona que se ha suicidado tendríamos que ser ella. Y ni siquiera en ese caso, ya que ni ella misma sería seguramente consciente de la causa profunda, incluso secreta de su sufrimiento. Todo lo que podemos decir es que se ha suicidado porque estaba en un estado de sufrimiento tal que la vida se había vuelto intolerable. Para poner fin al sufrimiento, para que éste cesara, no encontró otra solución que quitarse la vida. Querer comprender más allá, solo sirve para torturarse, es hacerse preguntas que corren el riesgo de no encontrar jamás una respuesta. La crisis suicida puede tener varios significados; obedece a varias causas, es 
evolutiva y se vive en lo más íntimo de la persona.

Admitir que la persona que se ha suicidado se ha llevado con ella su parte del misterio, y que más que juzgarla, se trata de esforzarse en aceptar que no podremos nunca comprenderlo todo. Poder mantener hacia ella nuestro aprecio y nuestro amor es superar ya una etapa, y es una señal de que el duelo evoluciona adecuadamente.

Quiero reunirme con él

Si después de la muerte de un ser querido es frecuente sentir deseos de reunirnos con él, en caso de suicidio esto es particularmente cierto.

La persona en duelo está en un estado de gran sufrimiento. El que ha muerto nos ha indicado con su conducta que existe una “puerta de salida” a la angustia. Nos ha mostrado de alguna manera un ejemplo que podemos estar tentados de seguir. Es frecuente encontrar en uno mismo semejanzas con la persona fallecida; tenemos tendencia a identificarnos con ella: “nos parecemos tanto”. Hemos podido estar tan unidos a esa persona, que pensamos que no podremos vivir sin ella.

Estos sentimientos suelen ser un terreno abonado para que crezcan en nosotros ideas suicidas. Estos deseos no tienen nada de excepcional. No tienen que asustarnos. Suele ser habitualmente una fase temporal dentro del camino del duelo que ira cediendo poco a poco con el paso del tiempo. Después de un suicidio no nos identificamos solamente con aspectos negativos de la persona fallecida, podemos también hacer nuestros ciertos rasgos físicos y/o cualidades morales del que ya no está.  Es una de tantas maneras de conservar los recuerdos y prolongar la historia de la familia.

No puedo creerlo

"¡No, no es verdad, no, no es posible!"
La primera actitud ante la muerte es el rechazo. Esta es una reacción universal y normal. ¿Podemos aceptar el suicidio?. ¿Cómo no vamos a rechazarlo con todas nuestras fuerzas?. 

Hasta muchos años después, en determinados momentos, nos puede resultar todavía difícil de creer:
"¿No habrá sido solamente una pesadilla?"

Pero por otro lado, es imposible negar la terrible realidad. La posibilidad del suicidio puede resultar a veces insoportable, y podemos aferrarnos a otras hipótesis, sobretodo cuando las circunstancias de la muerte nos pueden hacer pensar en un accidente o en un homicidio. En algunas personas, el rechazo de la realidad del suicidio no cede con el tiempo, se agrava y puede llegar a  convertirse en un estado de negación permanente. El trabajo de duelo se bloquea y puede aparecer una depresión prolongada y otras complicaciones.

El rechazo y la negación hay que respetarlos entendiéndolos como signos de un gran sufrimiento. Normalmente van cediendo con el paso del tiempo.

Siento mucha rabia

El suicidio provoca rabia. Es normal sentirse enfadado, enfadado con el destino “es injusto morir así”, enfado hacia todos aquellos que consideramos de alguna manera responsables, enfado hacia la sociedad, a veces hacia Dios

"¿Cómo ha podido permitir semejante tragedia?”

La rabia y el enfado pueden dirigirse también hacia el propio fallecido. El suicidio puede vivirse como una traición, como una falta de amor, como una falta de responsabilidad, como una debilidad: "Cómo ha podido hacer esto".

La rabia es una reacción habitual en el duelo después de un suicidio. Si no nos permitimos vivir hasta el final este sentimiento cuando aparece, corremos el riesgo de que surja de nuevo más adelante complicando el duelo. La rabia suele aparecer mezclada con otros sentimientos como la pena, el amor, el apego. Por eso la persona en duelo suele buscar la manera de reprimirla, de taparla, al considerarla  “inadecuada”, cuando en realidad es una emoción normal y en absoluto reprochable.

Tengo miedo

El suicidio, aunque haya habido señales previas de alerta, es vivido por los allegados como una verdadera hecatombe:
"Me siento totalmente abrumado, descorazonado por lo que ha pasado"

Cuando un adolescente se suicida, sus padres temen por sus hermanos, como si el suicidio fuera de alguna manera contagioso. El miedo a que pase otra desgracia es frecuente: ¡estamos viviendo un drama y podría ocurrirnos otro!. Los hijos que han perdido a sus padres por suicidio tienen a veces miedo de llegar a hacer lo mismo que ellos cuando tengan su misma edad. Cualquier duelo importante y especialmente después de un suicidio, puede menoscabar nuestra confianza en la vida y en el futuro:

"¡Ahora puede pasar cualquier cosa!".

Con cada dificultad que aparece, la persona en duelo suele tender a esperar lo peor. Con el paso del tiempo este miedo a vivir se va atenuando.

Siento vergüenza

Aunque casi todas las religiones reprueban el hecho del suicidio, ya no condenan como antes a la persona que se suicida. En oro tiempo, quitarse la vida era considerado una trasgresión de las leyes sociales y religiosas. Desde los orígenes de la humanidad el suicidio ha sido considerado como una mala muerte, creándose distintos rituales de purificación para el grupo social. En la Iglesia Católica, los funerales para personas que se habían suicidado están admitidos desde 1963. La justicia tampoco fue mucho más indulgente, hasta la revolución francesa se acostumbraba a infringir al cuerpo del suicidado una especie de segunda muerte. 

Aunque hoy en día estas costumbres han cambiado, las actitudes que había detrás han dejado su huella. Todo esto muestra que existe un halo de vergüenza que rodea al hecho del suicidio. Esto puede contribuir a que la familia, en un entorno muy conmocionado por esta muerte, no encuentre todo el apoyo que hubiera podido necesitar. Esto solo puede contribuir a hacer el duelo más difícil si cabe.  

Afortunadamente nuestra manera de pensar va evolucionando, cada vez se habla más de lo que hasta hace poco no era más que un tabú, y la manera como nuestra sociedad mira el suicidio se va liberando poco a poco de los lastres del pasado.

Si hubiera...

"Me siento culpable de no haberme dado cuenta, de no haber sido capaz de percibir alguna señal de alarma, de no haber estado presente en el momento oportuno…"

Los sentimientos de culpabilidad suelen ocupar una gran parte de las vivencias de cualquier persona en duelo. Son más intensas cuando se trata de una muerte por suicidio, y todavía más intensas si cabe cuando se trata de una persona joven. Es frecuente dejar de lado todos los buenos recuerdos, así como todo lo que hemos hecho de bueno y positivo por esa persona.

Es perfectamente natural que no se nos pase por la cabeza la posibilidad del suicidio cuando una persona cercana está pasando por un mal momento, y menos todavía si no lo menciona para nada.

Solo a posteriori podremos encontrar sentido o explicación a palabras y comportamientos de la persona fallecida, que de ninguna manera hubieran podido ser interpretados de la misma manera en aquel momento.



Ha dejado de sufrir

A menudo el suicidio ocurre después de un tiempo, a veces muy largo y agotador, de dificultades de todo tipo, tanto para la persona que se suicida como para su familia y allegados. 

Otras veces el suicidio ocurre de manera brutal e imprevista, haciendo el duelo especialmente difícil. Las dificultades previas pueden ser muy variadas, pero en general suelen ser consecuencia de una enfermedad, frecuentemente una depresión. El suicidio de una persona depresiva, a menudo después de varias tentativas más o menos graves, es una experiencia muy dolorosa y desgarradora, pero que suele acompañarse también de un sentimiento de al menos ahora ya no sufre más, que ya ha descansado. Todos los que han vivido y sufrido con él y por él tanto dolor, experimentan también un sentimiento de alivio con la muerte. Es un sentimiento generalmente difícil de aceptar en su propio corazón, y especialmente difícil de expresar delante de otros. 

Este sentimiento de alivio puede aumentar también la culpabilidad.

Es normal sentir alivio después de cualquier experiencia difícil. Eso no significa un menosprecio a la persona fallecida,  simplemente deja constancia de que lo vivido ha sido especialmente duro.

Cuánto sufro.

"Este sufrimiento es tan intenso, tan profundo. Sufre mi cuerpo, mi corazón, mi alma, todo mi ser sufre. Es natural que me duela, le quería tanto..."

"Me siento vacía, agotada, todo se me hace un mundo; cualquier cosa me exige un esfuerzo para en que no tengo fuerzas. No tengo apetito, no consigo dormir bien…"

Este dolor tan intenso, aunque es normal, resulta muy duro de llevar en el día a día. Este cansancio y esta sensación de agotamiento se suman al propio sufrimiento por el dolor de la pérdida y constituyen lo que se llaman síntomas depresivos del duelo. En todo duelo importante hay que atravesar por esta fase depresiva. Esta suele ser más intensa y prolongada después de una muerte por suicidio.

"Físicamente me encuentro cada día peor y no encuentro sentido a mi vida".

En esta situación no es raro descuidar la propia salud, enfermarse con más facilidad, incluso tener ideas negras. 

Guardarse todo para uno no es la mejor solución en estos momentos. Desahógate, llora, grita … Deja que las emocionen salgan, no las pares, que digan lo que tiene que decir, déjalas salir hasta que te vaya pudiendo el cansancio, descansa entonces.

Al luchar contra el sufrimiento solo consigues aumentarlo y prolongarlo. Es mejor no resistirse al dolor, abandonarse a él. 

Después de una muerte por suicidio suele ser necesario algún tipo de ayuda para poder superar esta fase de depresión. 

Algún soporte profesional puede ser de gran ayuda, incluso si existe un buen apoyo de la familia, amigos, etc. En algunos casos también puede valorarse como necesario la ayuda de medicamentos.

Nadie puede comprenderme.

Después del suicidio de un ser querido un doloroso sentimiento de soledad se puede ir apoderando poco a poco de nosotros.  Los más cercanos tienen tendencia a replegarse sobre ellos mismos y a vivir la enorme pena que sienten en familia, desligándose sin darse cuenta de la vida social que llevaban hasta entonces.

Otros familiares, los amigos, los vecinos no saben muy bien qué hacer, qué decir. Sin embargo suele ser reconfortante encontrar personas que te demuestran su preocupación y su deseo de ayudarte sin ni siquiera habérselo pedido. Hasta parece que esas ocasiones todo sea más fácil. La mayoría de las veces las personas quieren ayudar pero no saben cómo. 

No se atreven, tienen miedo de herirte, y terminan muchas veces por no hacer ni decir nada. Es bueno que aprendamos a pedir ayuda. “Mi familia y mis amigos no se negarían a ayudarme si les necesito”

Aceptar una invitación para salir y distraerse suele resultar difícil, especialmente al principio: pasar un rato agradable puede vivirse como una traición hacia la persona muerta. 

Pero estos encuentros nos suelen hacen bien:
"En algunos momentos tengo necesidad de dejarme cuidar,  de rodearme de afecto"

El suicidio es una forma de violencia

El suicidio es una violencia extrema. La persona que se suicida ejerce sobre si  misma una violencia que destruye su cuerpo, maltratando su imagen, su identidad. 

Inconscientemente ejerce también violencia en las personas que ama, infringiéndoles una herida profunda e imborrable. 

Tenemos que vivir con esta violencia que parece se haya quedado grabada en nosotros. Si hemos encontrado el cuerpo, y especialmente si este estaba lesionado o desfigurado, nos pueden asaltar imágenes traumáticas. Estas imágenes pueden aparecer también aunque solamente nos hayan relatado lo sucedido. Estas imágenes, que pueden aparecer igualmente en los sueños, constituyen a veces un obstáculo en la evolución del duelo. Cada vez que pensamos en la persona que se ha suicidado estas imágenes irrumpen en nuestro pensamiento y en nuestro corazón. Solamente con el paso del tiempo, y si hemos podido hablar de ello, otros pensamientos y recuerdos más felices irán sustituyendo a éstos. Es necesario llegar a poner palabras a estas imágenes traumáticas y si es posible expresarlas a una persona de confianza para poder avanzar adecuadamente por el camino del duelo.

¿Para qué una investigación si todos sabemos que se ha suicidado?

En este tipo de muertes el juez suele ordenar una investigación. Esto podemos vivirlo como un dolor añadido. 

Esta investigación permite saber con certeza las causas de la muerte, precisar las circunstancias que la rodearon y eliminar otras posibles hipótesis. En las semanas siguientes pueden surgir muchas preguntas, a veces incluso de manera obsesiva. 

Le damos vueltas a lo que pasó justo antes de la muerte y nos pueden asaltar las dudas. El resultado de la propia investigación suele disiparlas. La presencia de la policía no es indicativa de ninguna sospecha, su labor es simplemente reunir las pruebas materiales y los testimonios que permitan conocer mejor las circunstancias personales y administrativas relacionadas con el suicidio.

El cuerpo de su ser querido tiene que ser trasladado a un servicio de medicina forense para que se le realice un examen o una autopsia. El cualquiera de los dos casos se trata de un examen médico donde prima siempre el máximo respeto al cuerpo de la persona fallecida. Estos exámenes son también necesarios para confirmar las causas de la muerte y permiten asimismo  apreciar la existencia de posibles enfermedades. 

Pasadas unas semanas después del deceso el médico forense podrá, gracias a las pruebas realizadas, responder a todas sus preguntas.

Dónde encontrar ayuda.

Frecuentemente el suicidio esta rodeado de un halo de silencio. No sientes ganas de hablar de ello y percibes que las demás tampoco quieren que se les hable sobre lo sucedido.

Y sin embargo HABLAR TE SIRVE DE DESAHOGO. ¿Con QUIEN hablar, pues?

La actitud más natural sería hablar primero con la propia familia, con aquellos que sentimos más cercanos.  A veces esto no es posible, bien porque existen tensiones o conflictos anteriores, o bien porque cada uno busca de alguna manera con su silencio proteger a los demás. Podemos hablar entonces con un amigo de confianza, alguien que pensemos que pueda escucharnos con interés y delicadeza, sin juzgarnos ni a nosotros por lo que decimos y sentimos, ni tampoco a la persona fallecida. Podemos también hablar con un médico de confianza. El nos escuchará y podrá orientarnos, si es necesario, hacia algún especialista. 

También podemos hablar con un sacerdote o acompañante espiritual. Existen también asociaciones que se dedican a escuchar, acoger y acompañar a personas que sufren la pérdida de un ser querido. Están formadas por profesionales y voluntarios especialmente preparados para escucharnos y orientarnos en el proceso de duelo.  

No lo olvidaré nunca... la vida continua.

En otro tiempo, el duelo y el luto venían en gran parte determinado por convencionalismos sociales. Hoy en día, las costumbres y los rituales en torno a la muerte están desapareciendo dificultando la vivencia del duelo. Esto hace que muchas familias tengan que encontrar su propio camino. 

Dejemos pues tiempo al tiempo. La duración del trabajo interior del duelo es variable. El duelo después de un suicidio puede durar años. Sus particularidades multiplican los obstáculos que podemos encontrarnos. Podemos sufrir todavía bastante durante el segundo y tercer año, incluso más tarde, y esto no tiene nada anormal. No sería una razón suficiente para considéralo como un duelo patológico, se trataría simplemente de un duelo más difícil.

Progresivamente la carga afectiva va disminuyendo; no olvidamos lo que ha ocurrido pero el tiempo va haciendo su papel. El dolor se va calmando. Ocurre lo mismo que con una herida, ésta cicatriza muy lentamente. Pero la cicatriz también queda, y nos puede molestar de vez en cuando. Así se explica porque a veces nos duele, especialmente en aniversarios y celebraciones, o simplemente cuando miramos una foto o una prenda de vestir. Pero ahora, cuando evocamos a nuestro ser querido, el dolor es más suave, es más como una nostalgia honda. Y se va haciendo posible volvernos de nuevo hacia la vida, iniciar poco a poco nuevas relaciones, nuevos apegos. Amar otra vez la vida no quiere decir olvidar al otro. Conjugando los recuerdos con las realidades del momento, el presente y el futuro se enriquecen con la evocación del pasado.


Carta a un ser querido después de un suicidio.

"Te escribimos para decirte cuánto te echamos en falta y cómo ha cambiado la vida desde que nos has dejado. Aún no nos hemos repuesto de lo sucedido, y nos duele que no nos dijeras adiós.

A veces nos sentimos resentidos contigo por el inmenso dolor que nos has causado. A veces nos sentimos enojados con nosotros mismos por no haber sabido prevenir la tragedia.

Lamentablemente no hemos podido escoger en tu lugar, porque, si esto hubiera sido posible, tú estarías aún entre nosotros.

Pensamos siempre  en ti, aun cuando los recuerdos nos entristecen.

Sin embargo no hemos renunciado a vivir y a tener esperanza, a pesar de la amargura.

Tal vez nos habrás visto un poco más sonrientes: nuestro deseo es que tu hayas encontrado la paz que buscabas.

En nuestra plegaria pedimos poder abrazarte de nuevo al final de nuestros días.

Con todo nuestro cariño: Tu familia".
(Tomado de Arnaldo Pangrazzi)

Fuente: vivirlaperdida.com

viernes, 10 de julio de 2015

El duelo en la mujer cuando muere su pareja

Vivir la muerte de un ser querido es probablemente una de las cosas más  difíciles por las que pueda pasar un ser humano. La experiencia es única y distinta para cada persona y ninguna pérdida es comparable a otra, por lo que cada doliente siente y expresa su dolor de una sola manera, la suya.





A continuación te presentamos algunas sensaciones, sentimientos y reacciones experimentadas por otras personas que atraviesan tu misma situación.



 Cuando muere tu pareja...

...el dolor que sientes puede ser tan terrible y dispara emociones tan fuertes, que te darán miedo y te parecerán imposibles de soportar...

...o puede que no sientas tanto dolor como esperabas..., o que no sientas nada..., y es que estás bloqueada..., no pienses que no le querías o que eres mala, no enterarte muy bien de lo que pasa es una defensa de la mente para no romperse...

...puedes desesperarte, estar enfadada con todos y contigo misma..., rabiosa, agresiva, irritable…, y sentirte celosa de las otras parejas…, o culpable por no insistir más en que dejara de fumar o se cuidara; se lo dijiste tantas veces... y no te hizo caso..., e incluso experimentar alivio... porque finalmente ha dejado de sufrir..., y se acabó todo... 

Tener estos sentimientos es lo normal en tus circunstancias, no eres un bicho raro ni te vas a volver loca…, eso sí serán unos sentimientos muy intensos y te vendrán a tirones... y cuando te sacuden parece que te partes de sufrimiento…, llora..., llora profunda y amargamente..., será un desahogo y el nudo de tu pecho se irá deshaciendo.

Continuamente te preguntarás ¿por qué?, ¿por qué ahora? que estabais tan bien..., lo teníais todo..., él había empezado a cuidarse..., jubilado… ¿por qué él?, es injusto..., y todo sigue igual... Para todo esto nadie tiene respuestas..., pero quizás tu encuentres algún sentido a lo que te ha ocurrido..., o no.

Observarás que todos te evitan -a veces médicos y enfermeras incluidos- ...tranquila, no estás apestada, no tienes la culpa de nada..., el problema es nuestro, la muerte nos pone nerviosos... La gente no acertará a decirte nada sensato... o utilizará frases hechas del tipo de: “....bueno, mejor así, para como estaba…, te acompaño el sentimiento..., lo sentimos, pobrecita....”; o te pregunte: “¿como estás?...” y en vez de aliviarte te enfades todavía más y pienses: “...éste es tonto, pues como voy a estar... mal…, como puedo estar si se ha muerto mi marido, ¡mal!… ¡que cosas me preguntan…! No lo tengas muy en cuenta..., tiene su explicación: ¡¡¡la muerte nos aterroriza!!!

Quizás encuentres algo de alivio en hablar con otras viudas o personas de tu entera confianza, o si escribes una carta a tu marido, o le hablas a su foto, o escribes un diario sobre lo que te está ocurriendo, o preparas un álbum de fotos de cuando él vivía...





Puede que notes...

un nudo en la garganta, como un tropiezo que incluso te molesta al tragar y no se te va con la tos.

tensión muscular en el cuello o en la espalda..., o en todo el cuerpo.

dolores y molestias en el pecho, como que algo te aprieta... y no te lo puedes soltar..., o que te atraviesa y te desgarra..., o sensación de tener un nudo en el estómago y en la tripa.

dificultades para dormir..., te cuesta conciliar el sueño o te despiertas a la mínima de madrugada y no puedes volver a dormir.

mucho nerviosismo, como ansiedad, que no puedes parar por dentro..., o auténtico pánico.

falta de apetito o que no puedes dejar de comer.

que ves a tu marido, que le oyes o le sientes...

como un casco entre la frente y la nuca que te aprieta toda la cabeza.

sensación de tener un nudo en el estómago o malas digestiones.

dolores de tripas, estreñimiento o diarreas, o ambos.

dificultades para concentrarte.


... y que sientas...

tristeza, melancolía, depresión.

falta de memoria.

culpa y reproches continuos por cosas que ocurrieron, o por las que no ocurrieron, en la relación a tu marido.

enfado, irritabilidad o verdadera rabia, dirigida contra tus familiares, médicos, enfermeras, contra ti misma, contra Dios o contra tu propio marido.

que te entren las ganas de llorar de repente y no puedas controlarlo.

cambios de humor repentinos.

incomodidad al estar con otras personas o, por el contrario, que no quieras estar sola por nada del mundo.

pensar que lo que te ha ocurrido no es cierto, que tu marido no ha muerto, que realmente no ha pasado nada, que todo 
era un sueño, una película.

como que haces las cosas automáticamente, igual que un robot.

un vacío y falta de ganas de vivir o incluso deseos de morirte para irte con él.

pensamientos que te acosan, acerca de si las cosas hubieran ocurrido de otra manera, y los rumias... y les das vueltas y más vueltas...

miedo al futuro y a la soledad.

deseos de desaparecer, de irte a no sé donde, o de trabajar mucho para huir del dolor que tienes.

sentir que estás enloqueciendo cuando la intensidad de los sentimientos te sobrepasan.





¿Qué puedes hacer para sentir cierto alivio y consuelo?

cuidarte física y mentalmente, darte tiempo…

al principio no te fuerces a comer más de lo que te apetezca.

trata de hacer ejercicio físico regular: pasear, correr, nadar, andar en bici… te ayudará a relajarte.

¡ojo! al café, te pone más nerviosa y te da más angustia; 

¡cuidado con el alcohol!, puede llevarte a la depresión; controla el tabaco, se puede convertir en un problema serio; y utiliza los medicamentos razonablemente, si tienes dudas al respecto consulta con tu médico de familia. 

procura llevar una vida lo más equilibrada posible, donde tengas un tiempo para el reposo, el trabajo, y la reflexión o la oración si eres creyente.

sé muy paciente contigo misma; recuerda que lo que te ocurre es normal en tu situación, aun cuando a menudo te encuentres desbordada y desorientada.

intenta mantener el contacto con los que te quieren: familiares, amigos,... y si por tu dolor te habías apartado... 

vuelve poco a poco a relacionarte con ellos; es importante tener familiares y amigos con los que puedas hablar, te ayudarán.

no te importe volver a contar lo que ocurrió, habla de cómo falleció…, de lo que sentiste, lo que hiciste…

revisa los recuerdos de tu vida en común, los buenos… pero también los malos, te aliviará.

ten presente que tu dolor es único, es tuyo, y por lo tanto no es comparable; no midas, pues, lo que progresas comparándote con otros, no sirve.

permítete llorar, el llorar profundamente alivia de verdad, es un desahogo y una “salida” a tu dolor acumulado.

cuando te venga la culpa, reflexiona… y repasa lo que hiciste, “hice esto, y lo otro, y lo de más allá…”, ¿de verdad piensas que podías haber hecho más de lo que hiciste…?

el luto interior lleva su tiempo y las emociones van y vienen, y a veces -como decíamos antes- a golpes, ve a tu ritmo.

quiérete y no seas muy crítica contigo misma, insistimos, tómate tu tiempo.  

busca sostén tanto dentro como fuera de la familia; tus familiares son seres humanos y tienen sus limitaciones, 

piensa que probablemente cada uno tenga lo suyo, para ellos era su hermano, su padre…

a muchos se nos ha educado para ser independientes y nos cuesta pedir ayuda, pero todos la necesitamos; solicita ayuda y acepta la que se te ofrece.

te aseguramos que llegará un momento en el que tu vida volverá a encarrilarse, pero también te decimos que nada será igual, hay un antes y un después, y por eso te recomendamos que busques nuevas maneras de hacer las mismas cosas que antes hacías y que hagas cosas diferentes, piensa que ahora siempre hay alguien que te puede ayudar desde el otro lado.
permítete volver a vivir.


Piensa que... no estás enferma... solamente estás penando tu pérdida, llorándola..., que sufres toda tú, tu cuerpo y tu espíritu, y por eso te duele todo..., te duele hasta el alma, estás mal, tus tripas, tu corazón, tu cabeza, tus nervios... toda tú..., y para esto... no hay medicamentos, por eso a veces es tan difícil que encuentres ayuda profesional. Sin embargo, poco a poco, médicos, enfermeras, psicólogos…, vamos tomando conciencia de que podemos ayudar, y en eso estamos…

Finalmente... ¡¡recuerda que todos somos diferentes y únicos!!... y que por lo tanto este folleto te ha podido servir... o no... o incluso enfadarte más... ¡¡todo puede ser!!


Puedes recurrir a los siguientes libros de autoayuda, a algunas personas les sirve:

“Vivir sin él. Cómo superar el trauma de la viudedad” de Joyce Brothers, editado por Grijalbo, Barcelona, 1992.

“No estás sola cuando él se va, consejos de viuda a viuda” de Genevieve Davids Ginsburg, editado por Martinez Roca, Barcelona, 1999.

“La muerte un amanecer” de Elisabeth Kübler-Ross, editado por Luciérnaga, Barcelona, 1991.

“El camino de las lágrimas” de Jorge Bucay, editado por Grijalbo, Barcelona 2003


Para elaborar este documento nos hemos inspirado en:

“Cuando muere un ser querido” del Programa de Donación y Transplantes del Departamento de Salud del Gobierno de Navarra.

“Your bereavement” del St. Christopher’s Hospice de Londres, Inglaterra.

“Grief and Bereavement” del Sir Michael Sobell House Hospice de Oxford, Inglaterra, por Marilyn Relf, Ann Couldrick y Heather Barrie.

“What do we need during grief” del Hilltop Hospice, Grand Junction, Colorado, por Mary Ann Harter Hanson.“What do we need during grief” del Hilltop Hospice, Grand Junction, Colorado, por Mary Ann Harter Hanson.

“Grupo de Duelo de Kueto” del Centro de Salud de Kueto, Sestao, Vizcaya, funcionando desde 1997, por Jesus A. García-García y Olga Oruña. Información: 94 600 7880

“Cruse Bereavemente Care”, organización inglesa sin ánimo de lucro, fundada en 1959, para el apoyo a personas en duelo. Website: www.crusebereavementcare.org.uk

“The experience of grief” de la National Association of Bereavement  Services de Londres, Inglaterra.

“Un antes y un después...” del Grupo de Ayuda Mutua para padres que han perdido hijos: Renacer, Barcelona y Sestao (Vizcaya). Información: 93 761 3045, 94 499 3839,  657 71 0855. 

Gracias a todos ellos, pero especialmente a las personas en duelo que han compartido su dolor